Un partido de futbol cualquiera

El papel del hogar en la educación de nuestros hijos es crucial y es un tema muy amplio, y en esta ocasión me gustaría abordar un aspecto que es muy fuerte y que muchas veces pasamos por alto: cómo las situaciones que como padres vivimos en nuestra infancia (especialmente aquellas que fueron traumáticas) influyen en la forma como educamos a nuestros hijos.

Es un hecho (comprobado incluso científicamente) que muchas situaciones que vivimos en la niñez dejan una huella profunda que nos afecta en nuestra vida adulta, y de forma inconsciente muchas veces estas situaciones influyen en la forma como educamos a nuestros hijos.

Una forma práctica de ver lo anterior es la forma en la que como padres proyectamos nuestros miedos y frustraciones en nuestros hijos a través de la sobreprotección, expectativas irrealistas o incluso en la repetición de patrones que vivimos en nuestra niñez.

Esto, si no es manejado adecuadamente, puede tener al menos dos consecuencias:

+ afectar la relación entre padres e hijos,

+ afectar la personalidad y autoestima del niño, perpetuando un ciclo que se puede trasmitir de generación a generación.

Es crucial como padres reconocer lo anterior, si es necesario buscar ayuda profesional para no perpetuar este ciclo y aprender a manejar esas situaciones que vivimos en nuestra niñez de forma que no afecten la forma como educamos a nuestros hijos.

Para cerrar quisiera compartirte una anécdota que bien puede reflejar todo lo anterior: esta anécdota es muy reciente y tiene que ver con algo tan trivial (aparentemente) como un partido de futbol entre niños:

La mañana era preciosa e ideal para la práctica de un partido de futbol: los niños estaban animados y desde que el árbitro pitó el inicio del partido fue claro que el equipo A jugaba mucho mejor que el equipo B, y esto se vio pronto reflejado en un marcador abultado. El único gol marcado por el equipo B fue de hecho un autogol del equipo A y aquí es donde quisiera comentar la actitud de dos de los papás que veían el partido: uno era papá del jugador que metió el autogol y el otro era papá del portero, el primer papá gritó tratando de animar a su hijo (quien estaba descontrolado por el autogol que metió) mientras que el segundo papá le gritó literalmente a su hijo “¡¡¡ese balón era tuyo y lo dejaste, fue tu culpa!!!”: la actitud del segundo papá fue de enojo y molestia, similar a la de un director técnico que regaña a un jugador adulto en un partido de liga profesional de futbol.

Esto me llevó a reflexionar y a escribir este post.

¿Te has visto reflejado(a) en situaciones como la anterior?

Si gustas que sigamos escribiendo sobre el tema escríbenos un correo.

¡Hasta pronto!

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